6 de abril de 2016

Sobre la RAE, la "H" y algún que otro memo

Amo mi lengua; adoro las palabras, su forma, su sonido y la magia que contienen. Me apasiona rechupetearlas antes de usarlas o expulsarlas sin pensar, con todo el poder que encierra un buen  exabrupto. Cuando empecé a estudiar Filología recuerdo como un momento único aquel en el que me pude comprar mi primer diccionario de la RAE: dos tomos grandes, de papel grueso y letras cuidadas que consultaba constantemente y con mimo. Estaba atenta a las publicaciones de la que entonces consideraba casi sacra RAE. Las fui comprando, atesorando y leyendo; cada vez menos, eso sí.
He de confesar también mi debilidad por la letra "H", con su forma de portón; con el recuerdo de la época en que se aspiraba como un suspiro (solo la de la F- inicial latina); con ese martirio que sufre por parte de los usuarios al ser colocada y descolocada donde no le corresponde; por su discreción de letra "mudita" ( no siempre porque cuando suena, suena...)
Y aquí se acabó el cuento de hadas.
Te he perdido el respeto, confiteor. Pero no ha sido de sopetón.
Querida RAE, ¿qué significa la "R" de tus siglas? Aprendí que era la inicial de "real". Pero ¿"R" de monárquica o de real?. Me refiero a real como característica referente a la conexión con lo que pasa en la vida de la gente de a pie.No puedo respetar a la Rancia institución que sigue mostrando una clara misoginia y un desprecio a la inmensa valía de las intelectuales españolas con una humillante proporción de 38 a 8. Ni a la Retrógrada corporación que esperó a 1978 para ceder caballerosamente uno de sus sillones a una mujer, doña Carmen Conde. No quiero que cuide mi idioma la Ridícula academia que no expulsa al memo que se jacta sin complejos de machista y clasista. Me refiero a Félix de Azúa, el supuesto cuidador de mi querida H mayúscula. Ya me había afectado la Rara elección de Reverte como académico: fantástico reportero, pésimo novelista (por favor esa Piel del tambor aghhh) y Repelente machista que se retrató en el célebre artículo donde trataba a las mujeres como ganado o algo peor. Y a pesar de los eminentes sabios y sabias que ocupan sus sillones no acepto la Ruin actitud que muestra en lo referente a asuntos de mujeres, lingüísticamente hablando, claro está.
Así que tal vez, mi poco querida RAE, deban sus miembros abrir puertas y ventanas, para que entre el aire y salga el moho. Porque quizás la "R" ya no signifique real sino Repelente, Ruin, Rara, Ridícula, Retrógrada y, por encima de todo, Rancia.
Quizás podrían plantearse, incluso, reinventarse, ahora que el término está tan de moda. Y convertir su hermoso edificio en algo más vivo y fresco. Un mercado de abastos, por ejemplo. Con muchos puestos de pescado regentados por limpias pescaderas; eso, que no falte.



1 comentario:

  1. Este es sin duda uno de esos textos que te transmiten con total claridad los sentimientos del autor (autora en este caso) conforme los vas leyendo, mis favoritos. Desde un primer momento creí que fuera a leer un ñoño artículo sobre los nostálgicos recuerdos que en la autora evocaban el pensar a cerca de sus primeras incursiones en el estudio profundo de la lengua Castellana, mas cómo no, nuestra peculiar y sencillísima profesora de lengua y literatura no pudo sino sorprenderme haciendo uso de su gran experiencia en esta materia con un cambio radical en el tono, registro e intencionalidad del texto.

    Más descolocado que sorprendido quedé al comenzar a percibir poco agradables calificativos refiriéndose a la Real Academia Española, aunque sin embargo pronto empecé a discernir la acertadísima razón que motivó a Leonor a escribir los mencionados adjetivos: el machismo (de nuevo tomando la voz cantante en una sociedad que parece no aprender de sus propios errores) del cual parece no poder escapar tan si quiera la “Rancia institución” al dejarse ser representada por impresentables personajes como Félix de Azúa.

    En la web que esta entrada enlaza podemos contemplar una verdadera obra de arte. El correctísimo y culto Félix de Azúa nos deslumbra con su increíble capacidad para desarrollar, con una exuberante gama de vocabulario, una gracia y una delicadeza que lo caracterizan, una trepidante historia que lo conduce desde el hotel Palace hasta la calle Mayor junto a su compañero Javier Marías. Durante este trayecto ambos hombres se dedican a observar y calificar a todas las mujeres transeúntes con total respeto y simpatía, dando lugar a una increíble narración digna de admiración. No hay más que echarle un vistazo al citado texto para comprender de qué hablo.

    Aun conociendo la obra del mencionado “señor” y su tendencia al uso de lenguaje malsonante y expresiones burdas en la misma (puesto que me ha sido desaconsejada su lectura en múltiples ocasiones), leer el artículo escrito por semejante trapisondista no ha conseguido otra cosa que despertar en mí sentimientos de desavenencia y rabia al pensar que una persona como esta es no sólo mi representante, sino también el de todas las personas que compartimos esta hermosa lengua, en una institución que debería estar enfocada al constante desarrollo, lo cual implica aceptar la igualdad de hombres y mujeres. Al fin y al cabo, la lengua está viva.

    Fernando del Águila Rodríguez - 2ºBACH A

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